Si algo han aprendido las 25 personas que participaron el pasado fin de semana en el II Curso de Educador Científico, organizado por Ene.Museo, es que la enseñanza de la ciencia no está reñida con artes como la música o el teatro. Es posible sorprender y maravillar a pequeños y mayores con algo tan simple como los colores de una pompa de jabón o unas llamas que bailan al ritmo de una melodía. El buen divulgador tiene la capacidad de hacer que recuperemos nuestra capacidad de asombro.
La imaginación, la innovación y la adaptación a los nuevos espacios museísticos son fundamentales para una buena divulgación científica. Es posible hablar de prácticamente de todo lo existente en el universo a partir de una bombilla o levantar un museo con un grupo de entregados profesores entusiastas que genere miles de visitas ante el asombro de muchos.
La ciencia ofrece una fuente inagotable de recursos para el divulgador que hacen que este oficio o profesión esté en constante evolución y revisión. Muchas de estas claves son las que aportaron durante los tres días que duró el II Curso de Educador Científico Esperanza Fernández, Casto Rivadulla, Vicente de Souza, Manuel Fernández, Carlos Durán, Sebastián Cardenete, Guillermo Fernández, Moira Costa, y Marc Boada.
luis
22 noviembre, 2013 at 7:53 pm
Como siempre, un muy buen reportaje que recoge lo que vivimosen el curso. Enhorabuena por tu labor divulgativa…también de la ciencia.